miércoles, 27 de junio de 2007

Nanas de la cebolla

Queridos hijos:

Uno de mis poetas favoritos es Miguel Hernández. El escribió estas nanas de la cebolla. Y creo que está bastante claro en la poesía que Miguel Hernández es un padre que en este momento no es capaz de ver a su hijo. Yo tampoco os puedo ver a vosotros y, en buena manera, los sentimientos son compartidos. Así que en esta noche de luna llena os dedico estas nanas que me gustaría leeros suavemente, con esa eufonía y la claridad de este idioma mío que sólo –quizás- aprendáis de mayores porque de momento lo habéis perdido.
Desearía componeros poesías tan bellas como esta. Pero, en fin, en el cajón secreto tengo varios sonetos dedicados a vosotros.

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te traigo la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en tus ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que mi alma al oírte
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan lato,
tan extendido,
que tu carne es el cielo
recién nacido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa ni
lo que ocurre.

Por lo demás, hijos míos, os quiero muchísimo. Y os bendigo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,

Vuestro padre

No hay comentarios: