jueves, 19 de julio de 2007

Vuestras fotos

Queridos hijos:

Encima de mi mesa de trabajo en casa tengo una foto vuestra. En mi despacho de trabajo tengo también otra foto vuestra. En el salón, donde como con el único comensal de la soledad, hay una foto vuestra que me acompaña. En el portátil y el fijo, en ambos, el salvapantalla son dos fotos vuestras.
¿Estoy loco? Quizás, pero no lo creo. En todos estos meses, años, de no poder veros, de dificultades para veros, me quedan los recuerdos de los pocos ratos que hemos estado juntos … y unas cuantas fotos. ¿Cómo no voy a tenerlas conmigo?
Me dice un amigo que también estuvo en una situación parecida a la mía que ser padre es amar a los hijos … en cualesquiera condiciones. O sea, que si todo lo que puedo es veros una vez cada dos meses, y con dificultad, y hago eso y me preocupo por vosotros y os mando dinero, etc., entonces os amo. Claro. Es, además, un abordaje realista del problema.
Ahora bien soy humano, y necesito estar encarnado para amar. Necesito veros, necesito sentiros a mi lado, necesito oír como respiráis cuando me voy a la cama por la noche, necesito ayudaros a levantaros cuando os caéis, necesito abrazaros cuando lloráis, necesito hasta cortaros el filete de carne en trocitos pequeñitos como sé que os gusta a vosotros, necesito hablaros y escucharos, necesito ...
Sin todo eso, y amándoos como os amo, sigo siendo un padre huérfano. Eso sí: también ese sufrimiento se lo ofrezco a Cristo en la Cruz por vosotros. ¡Y no sabéis lo que cuesta hacer ese ofrecimiento!
Os bendigo siempre,

Papá

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