miércoles, 19 de septiembre de 2007

Recuerdos de mis hijos (06)

Querido J:

Por más que quiero, incluso a día de hoy, no logro evitar que haya alguna que otra pelea ni algún que otro rifirrafe entre vosotros. La verdad es que sois hermanos y estas cosas no deberían pasar. Pero, misterios del Pecado Original, pasan.
El caso es que siendo tú el más pequeño recuerdo no pocas instancias en las cuales tu menor edad, menor estatura y menor fuerza no han sido óbice para que te defiendas como gato panza arriba. Generalmente, a bien decir, no sueles ser tú el que inicias las peleas (aunque tampoco estás libre de culpa).
Tu recuerdo me hace recordarme a mí mismo: yo tampoco me arredraba ante las dificultades. También plantaba cara a los que eran más grandes y fuertes que yo, aunque pagase caro mi osadía en más de una ocasión. Y tampoco era yo amigo de iniciar broncas, aunque una vez metido en faena me metía hasta atrás. O eso me cuentan.
Me parece, hijo mío, que es curioso y hasta una especie de consuelo de Dios que siendo el que jamás has pasado ningún período de tiempo relevante conmigo –porque tu madre ya nunca regresó conmigo tras darte a luz- te parezcas a mí en este detalle. Pero no es el único. Hay más cosas en las que te pareces a mí. Ya volveremos a este tópico en alguna otra ocasión, porque no deja de ser interesante.
Bueno. Llevas también el nombre de tu abuelo, de mi padre, que es un nombre poderoso. Será eso: los genes de tu abuelo … o tus Santos Patrones, que eran de armas tomar.
Un beso, campeón.
Os bendigo, a ti y a tus hermanos,

Papá

domingo, 9 de septiembre de 2007

Recuerdos de mis hijos (05)

Querido Y:

El momento de tu nacimiento fue muy especial para mí. Recuerdo a tu madre asustada por las dificultades del parto, con los dolores y contracciones que ya tenía. Recuerdo verte venir a este mundo. Tenías un montón de pelo. Y, ¡Dios mío! ¡Eras un gigante ya cuando naciste! ¡No te puedes imaginar lo mucho que sufrió tu madre para alumbrarte!
¡Qué alegría verte! ¡Qué gozo el escuchar tu primer llanto y poder constatar que respirabas a pleno pulmón! ¿Tienes idea de la felicidad de tu padre cuando te tuvo en sus manos mientras te cortaban el cordón umbilical?
No existen palabras para describir todos aquellos momentos. De todas maneras, hijo de mi vida, no puedo dejar de acordarme de los mucho que tu madre padeció durante y antes de tu nacimiento. Y eso sin contar el embarazo, que tampoco fue sencillo. Por eso, hijo mío, nunca olvides todos los sufrimientos y penalidades –que no son pocas- que tu madre padeció por traerte a este mundo.
Te quiere y te bendice a ti y a tus hermanos,

Papá

martes, 4 de septiembre de 2007

Algunas impresiones positivas

Queridos hijos:

De mi última visita a vosotros, como siempre, tengo recuerdos agridulces; pero en esta ocasión fueron un poco más dulces que agrios.
Sea como fuere lo más interesante es que poco a poco, después de que hayáis perdido mi lengua –nuestra lengua, porque también es vuestra-, y me tenga que comunicar en una lengua extranjera con vosotros, lengua que apenas hace un año he empezado a estudiar, la barrera lingüística empieza a erosionarse poco a poco. Durante las cuatro horas que estuve con vosotros hicimos no pocas cosas: jugamos al balón, corrimos juntos, al escondite, vimos 40 minutos de una película, pintamos, jugamos a juegos de mesa, aprendimos palabras nuevas, conversamos un poquito … Y tendréis que reconocer conmigo que, piano, piano, las comunicación va mejorando de mes en mes.
Y esto, para mí, es un hecho muy importante, después de que a efectos prácticos hayáis estado secuestrados de mí durante años. Ahora, con unas medidas provisorias, tenemos cuando menos la certeza de vernos una vez al mes. Y ahora, por fin, la barrera lingüística empieza a saltar por los aires. ¡Así sea!
De lo más duro fue el viaje de ida. Trabajé el día anterior y luego cabalgué toda la noche hasta llegar a un aeropuerto que me queda a demasiadas horas. Llegar allí y tener que hacer tres horas de coche. Encima de no dormir el avión llegó tarde y tuve que pisar el acelerador (lo que me ha costado una multa por exceso de velocidad).
E, hijos míos, sois un torbellino. No sé de dónde sacáis tanta energía, porque entre el no dormir y las horas pasadas con vosotros quedé exhausto.
De otras cosas agrias, de las falsas acusaciones, etc., ya hablaremos personalmente en su día. Pero también tuve mi dosis el otro día. Pero tampoco importa. Vivo ya esto como algo enojoso, como un obstáculo contra el que tengo que luchar para que vosotros y yo estemos más juntos. Con la ayuda de la Santísima Virgen y de San José todo se irá logrando. De hecho con estar las cosas mal a día de hoy, están mejor que hace unos meses. Lo que pasa es que las cosas legales van despacio. Pero, tengamos fe, se lograrán. Poco a poco.
Bueno, quiera Dios que en unos meses mi búsqueda de un nuevo trabajo me haga estar no a 14 horas de vosotros, sino quizás a 6 o menos. En breve voy a la entrevista de trabajo del primero de una lista posible de ellos. Vamos a ver en qué queda. Yo sólo sé que quiero estar más cerca de vosotros, cuanto más mejor. Y, además, cada vez será menor, D.m., la barrera de comunicación entre nosotros.
Os bendice en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,

Vuestro padre

domingo, 2 de septiembre de 2007

Goleada de 3-0

Queridos hijos:

Ayer llamó un amigo de papá a quien aprecio y quiero muchísimo y que está en mi misma y triste situación: la de ser un padre separado (y huérfano de sus hijos) muy a su pesar.
Lleva mi amigo más de cuatro años en esta situación y sus hijos –ya mayores-, que han sido infectados contra él por su madre, apenas le hablan. El caso es que ayer hubo una crisis “familiar” con los hijos de mi amigo y su madre, y acabaron en el hospital, con uno de los hijos con una crisis de ansiedad. Afortunadamente fue sólo eso y nada más. Y, en ese momento de crisis, cuando se vieron con algo que se les venía encima, llamaron a su padre. Mi amigo, el padre de ellos, acudió raudo al hospital y con un comportamiento exquisito, sin una sola palabra más alta que otra, le metió un gol a cada uno de sus dos hijos y otro, y por la escuadra, a su exmujer, quien tantísimo ha realizado para perjudicarle a él.
Se vio ayer lo que todos sabíamos: que su exmujer ha realizado un pésimo papel como madre, y no sólo por haber enfrentado a los hijos contra el padre. También que uno de los hijos, henchido de orgullo él, necesitaba una cura de humildad que ayer recibió. Y que el otro hijo, también ayer, reconoció implícitamente que su padre no era en absoluto el malo de la película, sino que su madre estaba y continuaba estando gravemente yerrada.
Goleada por 3-0, hijos míos. Han pasado muchos años para que mi amigo tuviera esta suerte de poder darse cuenta de todo esto, de palpar que no era él quien iba equivocado. Han sido muchos años de sufrimiento. Muchos ratos regados con lágrimas. Ha sido un martirio en toda regla, aunque no haya habido efusión de sangre. Su exmujer empieza a cocerse a sí misma en sus odios, sus indiferencias y sus insensateces. Y sus hijos, hartos ya de tantos odios, tantas indiferencias, no menos insensateces y no poca inmadurez, empiezan a poner a su padre en su lugar.
Os cuento esto porque en el caso de mi amigo y en el nuestro hay más de uno y más de dos paralelos.
Yo sé que me quedan muchos años de sufrimiento por vosotros. Muchas soledades amargas. Mucha sed de vosotros apenas atemperada por las lágrimas. Sé que el camino sin vosotros no va a ser fácil. Pero si al final nos reencontramos todos, sin obstáculos ni barreras, habrá sido un camino que mereció la pena recorrer. Habrá sido no una goleada de 3-0, sino una de 7-0.
Os quiere,

Papá

sábado, 1 de septiembre de 2007

Recuerdos de mis hijos (04)

Querida I:

Cuando eras pequeña tenías la costumbre de querer hablar y que te hablaran. ¡Ya eras mujer en aquel entonces, hija mía! Con 8 y 10 meses te recuerdo gritando para que te habláramos. En tu silla o en el cochecito decías “¡aaah!”, cada vez más fuerte. Hasta que conseguías tu propósito. Estabas para comerte, hija mía. ¡Con qué seguridad en ti misma te sabías el centro de atención de todos nosotros!
No sabes con cuantísima saudade recuerdo aquellos momentos en que éramos una verdadera familia. Me quedo a medio camino entre la sonrisa y la lágrima cuando me acuerdo de aquellos tiempos.
Dice tu abuela que yo también era así de pequeño. Bueno, pues en esto –aunque yo sea hombre- también nos parecemos.
Te quiere muchísimo y te bendice a ti y a tus hermanos,

Papá